Nuestra mente sabe que no era su hora, que no debía ser su hora, que no hubiera tenido que ser su hora. En el cálculo humano apenas había superado el ecuador de su vida y la muerte tramposa y sorpresiva se lo llevó sin avisar.
El "rigor post mortem" no está sólo en su cuerpo sino en la mente de sus muchos amigos; amigos que como corresponde al bello nombre le amaban. No era nada difícil hacerlo. Todo su cuerpo sonreía lleno de vitalidad y se presentaba a los demás como un remanso de paz donde uno podía, como decía el Maestro, sentirse aliviado. La carga a su lado se hacía ligera pero la ladrona muerte se lo llevó sin hacer ruido.
Ha pasado casi un mes y hasta ahora no he sabido ni podido escribir: me era imposible porque no encuentro palabras que estén a la altura (o profundidad) del sentir.
Ayer me encontré con su nombre en la agenda del teléfono y tuve que buscar la opción "borrar contacto". Fue tan triste pensar en la pena de sus amigos al hacer lo mismo no de su teléfono sino de su vida cotidiana que busqué refugio recordando su "modus vivendi" antes de que la despiadada muerte se lo llevara.
¿Cómo habría afrontado él el luto por un amigo? A pesar de lo poco que coindimos por nuestro andar en la vida (fuimos compañeros en griego en tercero de B.U.P.) estoy segura de que con su dulce y amplía sonrisa desde allá arriba quiere susurrar al oído de sus hermanos que han quedado presos en el dolor que su tránsito fue dulce. Quiere recordarles que mientras nos quede un hálito de vida tenemos que consolarnos mutuamente y no perder de vista el horizonte que va más allá de este valle de lágrimas. Que durante el tiempo en que estamos en esta orilla debemos intentar crear un remanso de paz o trocito de cielo a nuestro alrededor, ese cielo que él ya disfruta en plenitud y en el que espera a sus amigos liberados de la melancolía de percibir que también el cantor se equivocaba y la vida no sigue igual.
1 comentario:
Gracias,amiga.
Verdaderamente el cantor se equivocaba, la vida no sigue igual.
Pido fuerzas para seguir creando remansos de paz y trocitos de cielo, él lo hacía. Tus palabras me animan a ello.
Gracias, amiga.
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